Shoegaze y My Bloody Valentine

 Shoegaze: ruido emocional en espacio controlado | by Guido Villanueva |  Medium


Hacia el año 1991, la escena británica se encontraba en un proceso de cierre y síntesis sonora que había comenzado hacia principios de la década de los años ochenta con el comienzo del post punk y el posterior auge del rock gótico. A diferencia de lo que sucedía con la ruidosa escena norteamericana de la no wave neoyorquina (encabezada por Sonic Youth y DNA), la escena británica evocaba al ruido de una manera más introspectiva y atmosférica, influenciados por el reconocido “sonido escocés” de Cocteau TwinsThe Jesus and Mary Chain. Al mismo tiempo se producía un fuerte revisionismo en la ejecución de la guitarra, en el que los jóvenes se dejaron influenciar por la psicodelia de los años sesenta con artistas como The Byrds y el particular sonido de su guitarrista Roger McGuinn.

My Bloody Valentine es un hijo dilecto de este proceso de búsqueda y experimentación estética, social y musical que atravesó a la juventud británica. La historia de Loveless, su obra maestra que cumple hoy 30 años, implicó un antes y un después a la hora de pensar a la guitarra como instrumento y en la manera de concebir un disco de rock. El segundo álbum de la banda se volvió la imagen de una obsesión infinita para la cultura rock, una que arrastra y derriba mitos en su proceso de creación.

La idea de conceptos eternos e infinitos que abrazan la utopía dentro del rock tiene sus orígenes en historias de idealización y decepción como la que vivió Brian Wilson de The Beach Boys en la gestación y posterior locura que sintió durante el proceso de gestación del álbum Smile durante 1967. Pero para comenzar a comprender la trascendencia particular de Loveless, es necesario revisar los orígenes y el desarrollo artístico de Kevin Shields y su agrupación My Bloody Valentine.

Shields nace en Nueva York en 1963 y pronto se instaló junto a su familia en Irlanda, donde la influencia del post punk y el dark wave marcaron su adolescencia. Así como Mánchester y Sheffield fueron la cuna de la nueva psicodelia británica de comienzos de los años ochenta, Dublín junto a Grangemouth serían el origen de la “patria shoegaze” sajona.

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